martes, 21 de abril de 2015

Cuando la única forma de terminar con el calvario, es terminar con una misma

El domingo 19 no fue la excepción de los domingos de abril previos en La Panadería. Con la producción de Víktor Mansilla, se montó "Psicosis". La obra, adaptación de "4:48 Psicosis", fue la última obra que publicó Sarah Kane, quien inmersa en una profunda depresión e internada por propia voluntad, decidió encarnar en cuerpo y alma la muerte anunciada del único personaje que existía más allá de los monólogos y el papel: ella misma.

El título original, "4:48 Psicosis" refiere a la hora en que más suicidios se cometen. En base a estadísticas inglesas, en esa hora aproximada terminan los efectos de los fármacos tomados la noche anterior.
Belén Sosa y una performance que no dejó que desear.

"Psicosis" refleja en sesenta minutos el infierno que padece una mujer con trastorno mental. Muestra cómo la mente de una persona puede divagar hasta confundir los límites entre lo real y la fantasía, entre las memorias y la imaginación. La proyección dramática de Sarah Kane en sus últimos días de vida sufre constantemente de un delirio místico, alucinaciones y esquizofrenia. Habla con la voz de su consciencia sobre las frustraciones amorosas, familiares, y le confiesa cómo aquellas personas cercanas a ella arruinaron su vida por completo.

Con una escenografía barata, algunas luces y proyecciones de video, la obra no exige mucho más para cautivar al público, que desde la primera función viene llenando la sala. La actuación de Sosa supera cualquier presupuesto y logra, a lo largo de su monólogo, mantener la atención del espectador hasta el final. Puede estar relacionado con las variaciones lingüísticas en el desarrollo del texto, que por momentos se aproxima a la narración y, en otros casos, acaricia el surrealismo poético y la ruptura total de estructuras literarias.

Es interesante analizar la exhibición de un video acompañado de una voz en off que relataba parte del texto original, en el que se detallan los días dentro del manicomio: cómo se siente la muchacha, qué evolución tiene, la medicación que se le proporciona. Mientras escuchamos esto, vemos las habitaciones vacías de un manicomio, los pasillos, las puertas y ventanas desde adentro, y desde afuera, con mensajes inscriptos. Esto no hace pasar desapercibida una sutil crítica a los hospitales psiquiátricos, que alojan a sus pacientes cual criminales que deben ser condenados por ser mentalmente enfermos, por no poder hacerse cargo de sus propias vidas.

Belén Sosa realmente pone los pelos de punta con una interpretación impactante que hace a uno olvidar que está viendo un espectáculo teatral. Debe suponer una carga emocional muy importante personificar los últimos días de la autora y dramaturga, pero ella sostiene el papel con mucha fuerza y talento.

Cada pensamiento que exterioriza da que pensar. A veces, los versos más poéticos surgen de las mentes más perturbadas.

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