sábado, 1 de noviembre de 2014

Y finalmente, se casaron

En la noche del jueves, el hall de entrada de Colón 80 se transformó en la recepción de una fiesta: se celebraban las Bodas de Fígaro. Unas bruschetas con fiambre de carne de cerdo picada y salsa a base de huevo y limón estaban dispuestas en la mesa de entrada. Los invitados, algo tímidos, se acercaban y probaban. A la izquierda, una mesa de tragos. Quizás lo que todos querían con ansias.
Un banquete exquisito.

Pasados treinta minutos de las 21, alguien pidió silencio: venían los novios y había que recibirlos con ganas. Susana y Fígaro entraron primero. Detrás de ellos, los padrinos: el Conde y la Condesa. La emoción se compartió en abrazos, miradas, besos, fotos.
Fígaro se dispuso a hacer las veces de barman y sirvió daikiris de durazno y frutilla para celebrar, mientras Susana lo buscaba para que los fotografiaran. Algunos envidiosos murmuraban que no se iba a celebrar tal boda.
Luego de bailar el vals, los invitados se apuraron a entrar para ser partícipes de la unión entre los novios.